Todo esto nos hizo sentirnos impotentes, ya que no podíamos hacer nada para cambiar todo aquello que estaba sucediendo. El terror nos impedía actuar. Más tarde, tras los juegos olímpicos, los nazis obligaron a mi padre a entregarles su empresa de zapatos, lo cual hizo que mi padre perdiese el trabajo y por lo tanto, nosotros empobrecimos tanto que no encontrabamos forma de conseguir comida.
Nos hicieron cambiar de nombre. A mi madre y a mí nos colocaron como segundo nombre "Sara", y en cambio a mi pobre hermano y a mi padre fue "Israel" su segundo nombre. Con esto, nos identificaban fácilmente los policías alemanes.
FDO: Marta Gil Olaiz
No hay comentarios:
Publicar un comentario