Miebros

Daniel Villacampa
Paula Álvarez
Marina Ruiz
Paula Rodriguez
Marta Gil
María Marcos

jueves, 14 de febrero de 2013

La Historia del Cine


El cinematógrafo nació en plena época industrial. Los hermanos Lumiére, que llevaban varios años
en su invento y habiendo filmado ya más de un centenar de películas de un minuto, se decidieron
a enseñar su invento al pueblo de París. Lo presentaron con temor, pues nunca tuvieron excesiva
confianza en sus posibilidades artísticas ni menos económicas. Tras muchas negociaciones con
diferentes locales, incluido el Folíes Bergéres, encontraron un sencillo local decorado al estilo
oriental, el Salón Indio del Gran Café del Boulevard de los Capuchinos. Los Lumiére prefirieron
una sala de reducidas dimensiones en razón de que si era un fracaso, pasaría inadvertido. El
día de la representación, considerado oficialmente como el primer momento de la historia del
cine fue el 28 de diciembre de 1895. Tal y cómo pensaron los organizadores, el primer día no
fue especialmente extraordinario, pues acudieron solamente 35 personas. Bien cierto es que
tampoco la publicidad fue excesiva y el cartel realizado a la rápida no fue muy significativo.
Los Lumiére tuvieron la precaución (Gubern, 1989) de pegar en los cristales del Grand Café un
cartel anunciador, para que los transeúntes desocupados pudieran leer lo que significaba aquel
invento bautizado con el impronunciable nombre de Cinématographe Lumiére. La explicación,
impresa en letra cursiva, resulta hoy un tanto pintoresca y barroca: «Este aparato -decía el texto-
inventado por MM. Auguste y Louis Lumiére, permite recoger, en series de pruebas instantáneas,
todos los movimientos que, durante cierto tiempo, se suceden ante el objetivo, y reproducir a
continuación estos movimientos proyectando, a tamaño natural, sus imágenes sobre una pantalla
y ante una sala entera.». Según Georges Mèliés, que asistió a aquella función primera pues
regentaba un estudio fotográfico en París y había tomado parte en algunas de las negociaciones
para encontrar la sala, aunque al principio el ambiente era de gran escepticismo, cuando los
espectadores vieron moviéndose los carruajes por las calles de Lyon, quedaron, cita Gubern,
petrificados «boquiabiertos, estupefactos y sorprendidos más allá de lo que puede expresarse».

Fdo: Paula Álvarez

No hay comentarios:

Publicar un comentario